Celaya Gto. Por: Juan Jesús Mártínez García.- Nuestro sistema privilegia mucho más a los partidos que a los ciudadanos, pero y en las recientes elecciones del vecino país del norte con un sistema electoral un tanto diferente sucede de fondo la misma situación, pues el sufragio popular le da el triunfo a la Sra. Clinton mientras que Trump quien ganó en ciudades de no más de un millón de habitantes predominantemente rurales y/o suburbanos se alza con la victoria, pero tendrá algún peso el hecho de las constantes manifestaciones ciudadanas pidiendo se respete el voto popular?. Se judicializará el resultado de las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica?
Lo que sí parece ser una semejanza es que en ambos países, los poderes públicos parecen estar desequilibrados.
Para que haya democracia se requiere que haya demócratas (y no me refiero estrictamente a un partido que se ostente con esa bandera y/o sus afiliados que así lo digan). Los demócratas son el insumo insustituible de todo sistema democrático. Nuestros sistemas políticos ahora se parecen en mucho a una democracia. Pero nos vemos al espejo y aparece que no todos la entendemos ni la comprendemos. Muchos la ven como un sistema de gobierno. Otros más, la conciben como una ideología política. Por último, hay quienes la perciben como una posición filosófica ante la vida. Y resulta que todos ellos tienen la razón. La democracia es un sistema de funcionamiento de los órganos del poder público, es postulado de convivencia colectiva y es estilo de comportamiento.
Para el ejercicio de la democracia, los sistemas y las instituciones se han adaptado con mayor agilidad que los espíritus y las preferencias. Por eso es que la democracia no puede concebirse como ejercicio real y perdurable en ausencia de demócratas. Por eso, ésta no se nos ha dado a plenitud. Nuestro sistema privilegia mucho más a los partidos que a los ciudadanos. Y la mercadotecnia ha prevalecido sobre la propuesta ideológica o funcional.
Hemos contagiado a los Estados Unidos, al que todos buscarían hipotéticamente imitar? Al Imperio de las Instituciones pero nunca ajeno igual que México, de intereses fácticos económicos, de poderes y contrapoderes que privilegian a unos pocos gobierne quien gobierne? Donde lo que se piensa, se dice y se hace en campaña es justo un montaje, una simulación a la medida para el momento.
Desde luego, yo soy de los que creo que la democracia mexicana es, en mucho, superior a la de algunos países que más presumen de politizados o de desarrollados. La democracia mexicana de hoy es casi de excelencia, sufragísticamente hablando, aunque muy poco de ello se debe a las autoridades y a los partidos.
Sin embargo, eso no la hace perfecta. La realidad que pareciera que hoy compartimos de alguna manera con el vecino del norte ha configurado un sistema de partidos muy equilibrado que produce victorias electorales sin contar con la mayoría absoluta de los electores. Es una paradoja de la democracia hoy, instale gobiernos de minoría y no de mayoría. Una minuscracia en lugar de una democracia.
Por otra parte, las posibilidades de una democracia participativa que viniera a completar a la representativa se encuentran cada día más lejanas. Primero, porque los sistemas tradicionales de plebiscito, referéndum o revocación de mandato, son muy limitados y muy alejados de la incorporación ciudadana. Además, porque la democracia participativa ha demostrado su eficacia para pequeñas comunidades, pero no para países tan grandes con más de cien millones de habitantes.
Una segunda imperfección es que se ha entronizado una partidocracia que ha desplazado a la participación libre de los ciudadanos. Aunque es muy duro decirlo, estamos viviendo tiempos en los que muchos ciudadanos piensan que los partidos son organizaciones desleales, mentirosas, ambiciosas, onerosas, deshonestas, tramposas, convenencieras, indolentes e innecesarias. Que ellos son los culpables de la perturbación del quehacer público y de la contaminación del ejercicio político.
Por último, la democracia es, sin más rodeos, una nicecracia. Niké, victoria. Nuestra democracia, como la de casi todas las naciones, no instala un gobierno de las mayorías sino tan sólo un gobierno de los vencedores. La fórmula de la democracia representativa agota el poder del ciudadano en la mera jornada electoral. El poder político ciudadano y no en todos los casos tan sólo sirve para elegir, pero no sirve para gobernar.
Habrá quien me repele arguyendo que el elegido queda convertido en nuestro mandatario y que tendrá que sujetarse a nuestra voluntad para el ejercicio de su encargo. Pero creo que esta es una fantasía que no resistiría el menor análisis de realismo. Porque es precisamente nuestra democracia, más que la de otros regímenes, la que más se aleja de tal ensoñación.
Lo digo porque todas nuestras fórmulas de gobierno están desvinculadas de la voluntad o del deseo popular. Es por todo eso que nuestra democracia atraviesa por tiempos de derrota.
Finalmente, otra lección que los miembros del grupo gobernante y la clase política debieran extraer del reciente episodio electoral estadounidense es que deben evitar toda intromisión en asuntos políticos de otro países, sobre todo cuando se trata de nuestro vecino país del norte; el principal socio de nuestro México. Ello no solo por ser una indebida práctica, sino porque a la larga se traduce en graves daños al país. Por ahora, solo esperemos de manera expectante, las acciones de nuestro gobierno en el manejo de la volatilidad cambiaria y de las ya de por si débiles y desprestigiadas Instituciones para salir en defensa efectiva y resuelta de la población mexicana que vive y trabaja al otro lado de la frontera, hoy aparentemente amenazada en sus derechos humanos, integridad, sus propiedades y sus familias.
Sin embargo, lo verdaderamente importante apreciable lector es tu opinión.
Hasta la próxima semana.