Celaya Gto. Por: Paola Klug.- La celebración de Día de Muertos se lleva a cabo en México, entre finales de octubre y los primeros días de noviembre; aunque de forma popular, se estima que la mayoría de los mexicanos, celebra esta fiesta los días 1 y 2 de noviembre.

La diferencia de fechas entre algunos pueblos indígenas y la población mestiza se debe a dos razones en específico: La primera es que la mayoría de los pueblos originarios (aun cuando hayan sido colonizados) aún responden a las tradiciones y rituales de sus antepasados. La segunda es que la población mestiza, proviene de estos distintos grupos indígenas que a lo largo y ancho del país venera a sus muertos, en fechas y formas diferentes.

Sin embargo, podría decirse que nuestro día de muertos se divide especialmente en dos categorías: Edad del difunto y la causa de su muerte.

Es así, que el día 1 de noviembre se celebra a los muertos chiquitos; aunque en algunas regiones del país, la bienvenida a los espíritus de los más pequeños, se celebra desde el 30 de octubre, hablando específicamente de los niños que murieron sin ser bautizados según los ritos de la iglesia católica; a estos pequeñitos, se les conoce como “los limbitos”

Según las crónicas de Durán, el pueblo mexica en especial, celebraba antes de la llegada de los españoles la fiesta de Miccailhuitontli (o de los muertecitos) misma en la que se honraban las muertes de los niños. Aunque creo necesario señalar, que los mexicas (al igual que muchos pueblos originarios) no tenían la misma perspectiva que los españoles (o nosotros en la actualidad) tenemos de los niños. Es decir, desde muy jóvenes los mexicas tenían que cumplir con las mismas obligaciones y responsabilidades que sus padres, sin importar edad o género.

Ahora bien, queda claro que el Día de muertos inicia con la llegada de los pequeñitos y pequeñitas que se nos adelantaron en el camino; la forma de entender la muerte entre los pueblos originarios dista por completo de la forma en que la vemos ahora. La muerte siempre era aceptada dignamente tanto por los niños como por los adultos.

Durante muchos años y en diversas excavaciones arqueológicas en el país se han encontrado restos de niños y niñas que cumplieron una función ritual al ser sacrificados o que murieron por diversas causas y junto a ellos fueron halladas diversas ofrendas que de cierta manera están ligadas a la celebración actual; por muy complejo que sea tratar el tema en nuestro tiempo lo que debemos notar es que nuestras opiniones se basan en la moral y muchos paradigmas judeo-cristianos; es decir, carecemos de la perspectiva que los pueblos originarios tenían de la muerte.

El Día de los muertos chiquitos es de suma importancia en nuestra tradición; en algunos altares se coloca un nivel especial para los pequeños; mismo en el que se colocan juguetes y los dulces favoritos de los pequeñitos para hacer más placentera su visita de vuelta al hogar.

En las zonas rurales se colocan trozos de piloncillo, cacao y también pedazos de fruta seca. En las ciudades, los muertos chiquitos disponen de caramelos, calaveritas de dulce y sus comidas y bebidas preferidas en vida.

Esta, quizá sea una de las tradiciones más dulces y más tristes que celebramos; sin embargo, no hay que olvidar que la fiesta de Día de muertos es uno de los efectos más importantes, coloridos y mágicos del encuentro entre estos dos mundos; así que es imposible descartar el origen prehispánico de esta fiesta tan mexicana.

Paola Klug

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