Celaya Gto.- Celaya, como cualquier otro municipio en este estado tiene una larga historia de amor y odio con este género; no solo en el plano musical, también en el estético y el contra-cultural.
En un lugar tan conservador como Guanajuato, adonde la iglesia católica siempre ha tenido una fuerte influencia entre el grueso de la gente fue un verdadero desafío fijar una postura tan contraria al de la sociedad en general. Porque a diferencia de algunos otros géneros musicales, el metal -en teoría- trae consigo una fuerte carga de pensamientos, emociones y actitudes que si bien, no sirven para generalizar a sus seguidores, si pueden ofrecer un margen cultural, ideológico e inclusive filosófico de quienes aprecian este género.
El metal -en sus inicios- surge como la ampliación artística de una manifestación del más grande descontento social; encontramos sus raíces en el blues, el rock, el punk y el hard rock. Movimientos que a su vez nacieron debido al desequilibrio social en sus respectivos tiempos: Jóvenes que abrazaban la idea de libertad y simplemente confrontaron lo que para ellos resultaba obtuso, caduco o simplemente injusto y continuaron sumándose a las filas de este género, abriendo poco a poco y lentamente un espacio para esta escena.
En Celaya ocurrió exactamente lo mismo muchos años atrás; se libraron batallas contra la familia, el estado y la iglesia para defender posturas e ideales y dejar una brecha abierta para las generaciones venideras. Se formaron bandas que no tenían más herramientas de aprendizaje que los discos de vinil o los casetes que conseguían con dificultad; fueron -literalmente- correteados y balaceados en los barrios y las rancherías al escuchar sus canciones en contra del modelo establecido- ya fuera religioso o político- porque el metal, en sus inicios era no solo un movimiento “musical” sino también social. El metal daba la voz al obrero, al campesino y también al que no quería hincarse a rezar sino luchar por su propia vida, creyendo que tenía el poder de cambiar su destino; sin embargo, pasó mucho tiempo para que la escena metalera en Celaya pudiera sostener con firmeza su lugar. El metal celayense nació en el seno de la clase trabajadora; eran los hijos de los campesinos, de los maestros, de los trabajadores los que tomaron las guitarras, los bajos, las batacas y los micrófonos y comenzaron a hacerse escuchar.
Las primeras tocadas de metal en Celaya, se realizaron en “La Castellana” un salón ubicado en el centro de la ciudad que podría decirse que fue el más importante establecimiento en que se organizaron estos eventos- no solo por su importancia histórica – también porque fue el primer lugar que abrió las puertas a este género y a las bandas más importantes a los finales de los años 70´s e inicios de los 80´s. Posteriormente, la escena metalera de la ciudad se trasladó al Salón “Turismo” ubicado en el boulevard Adolfo López Mateos, mismo que acogió con la misma apertura a los viejos y nuevos metaleros. La casa de Don Goyo en la calle Abasolo, la Casa del Músico y la Liga Municipal de Básquetbol también formaron parte esencial de la historia del metal en Celaya.
En aquellos tiempos (1980-1990) la escena metalera también contaba con el apoyo del “Killer” el ahora dueño del bar la Revancha, mismo que abrió sus puertas a todas las bandas en Cortazar.
También es importante nombrar a Levit Guzmán- el locutor de Radio Tecnológico- mismo que hizo de promotor y consiguió organizar un par de tocadas de metal en la Casa de la Cultura y otras más enfocadas al punk en el jardín principal; algo que no se ha repetido nunca más.
La banda de metal pionera en el Estado de Guanajuato -creada en Celaya- fue Incubus, seguida por Equimanthorn, Tamerlan, Profanum, Eternal Darkness y Fecal Matters – por mencionar solo algunas.
Ellas tocaban y componían con el salvajismo lírico de las agrupaciones mexicanas de aquella época; ejecutaban sus canciones en base al idealismo natural y orgánico del género sin importar cuanto se les acusara de vándalos, herejes, pandilleros e inclusive de satánicos. Estas bandas reconocían la opresión de la iglesia y el estado como sus principales antagonistas y en sus manos estuvo el poder de cambiar la perspectiva de una generación completa.
Con el paso de los años poco ha cambiado en la escena. Si bien el gusto por el género se ha incrementado en este municipio y hay cientos de personas (jóvenes y adultas) que continúan manteniendo el interés en él, sin darle importancia a las etiquetas dentro del mismo, sigue pareciendo crudo para algunos oídos.
Celaya cuenta en la actualidad con muchísimas bandas de metal; siguen vigentes los pioneros -aquellos que fueron correteados mientras las viejitas rezaban a su paso- y siguen al pie los nuevos exponentes del género tratando de ganar su propio lugar. Aquí hay bandas para todos los gustos: Death, trash, black, doom, grind, melódico, goth, heavy, progresivo, Groove, folk, speed, etc.
Varios de estos exponentes cuentan con la calidad y energía de cualquier banda internacional y reconocida mundialmente en el género.
La escena del metal en Celaya cuenta con experiencia, fuerza, carácter y buena disposición para llegar más lejos. Han recorrido un largo camino y les falta aún más por recorrer.
Lo único con lo que la escena no cuenta es con foros ni espacios abiertos; a diferencia de otros lugares del país adonde se pueden organizar eventos o festivales para una escena tan importante en la juventud, las bandas de Celaya jamás han tenido la oportunidad de protagonizar nada de esto debido al candado “ideológico” que los gestores municipales y los encargados de la cultura han puesto sobre el género; lejos de sumar han restado y dividido, dejando la escena metalera en total descuido y abandono. Los requisitos burocráticos para organizar un concierto de metal en Celaya son increíbles; los permisos deben ser aprobados por una centena de oficinas y si una lo niega, entonces no hay forma de realizar el evento, esto sin mencionar el costo económico.
Por eso, desde la gestión que realizó Levit Guzmán en los años 90´s jamás ha podido repetirse un concierto de metal en una plaza pública siendo que constitucionalmente, las calles y los edificios de gobierno le pertenecen al pueblo.
En el otro lado de la moneda, vemos el esfuerzo que realizan las bandas y los promotores para poder sacar adelante la escena; ya que generalmente salen perdiendo tiempo, recursos y energía para poder solventar sus propias tocadas en bares privados; adonde el único aliciente es poder hacerse escuchar.
El alma del metal es insurrecta, impetuosa y fuerte; en estos tiempos de descontento, angustia e injusticia en todos los ámbitos debemos pelear por mantenerla así; hay que exigir que se abran foros públicos y espacios libres para esta escena, ya que es en la autonomía en donde la esencia de este género seguirá cobrando su sentido original.
Paola Klug