España.-«Todavía no he hecho un pacto con el Diablo y después del libro creo que no me voy a atrever», confiesa con humor el periodista y escritor Manuel Jesús Palma Roldán, quien en los últimos meses se ha adentrado en oscuras profundidades satánicas para escribir «La estirpe de Fausto» (Almuzara, 2017).

Desde el famoso bluesman Robert Johnson, al monstruoso Gilles de Rais y la sanguinaria Isabel Báthory, los violinistas Niccolò Paganini y Giuseppe Tartani o el santo Teófilo de Adana, el primero en firmar un pacto con el diablo, el libro recorre las historias de diez legendarios servidores de Satanás (Fotogalería). «Son diez personajes peculiares e históricos, cien por cien reales», escribe Palma Roldán, que en algún momento de su vida decidieron tomar un atajo e invocaron supuestamente al Maligno para satisfacer sus deseos aún a costa de convertirse en sus lacayos.

Todos arrastraron en vida esta fama por la que han pasado a la Historia y en buena parte, por esas «leyendas sobre pactos fáusticos que todavía se cuentan sobre ellos», explica.

Del doctor Johannes Faust ya se dijo a su muerte que era el mismísimo Diablo quien se había cobrado lo que era suyo. Su cuerpo se encontró totalmente mutilado, por la explosión provocada por uno de los experimentos del nigromante. Apenas cincuenta años después, un librito editado en Frankfurt recogió su leyenda, ya muy popular. «Fausto es el paradigma del pacto con el diablo», el «eterno insatisfecho» que toma «el mal atajo» en busca de sabiduría y poder, subraya Palma Roldán.

La figura del diablo y el saber han ido históricamente de la mano. «La idea de que no conviene llegar a conocimientos que no son para ti, de que una persona solo puede ser feliz cuando vive ignorante viene de muy lejos y se implantó como base de muchas religiones», señala el escritor antes de referirse al árbol del bien y del mal bíblico, cuya manzana comieron Adán y Eva empujados por la serpiente y fueron expulsados del Paraíso. También el mito de Prometeo hunde sus raíces en esta idea. El titán devuelve a los hombres ese conocimiento simbolizado en el fuego que los dioses habían robado y es castigado a ser devorado cada día por un águila hasta que Hércules lo libera. «Es bastante evidente el paralelismo entre Prometeo, que es un ser que lleva la luz a los hombres, y Lucifer, que al fin y al cabo es el nombre del Diablo cuando todavía es un ángel de Dios: portador de luz», considera Palma Roldán.

En su análisis sobre Satanás desde el punto de vista histórico, antropológico y cultural, el autor se remonta hasta el origen de su figura, a los diablos antes del Diablo. «La visión que se da en el libro es bastante completa porque no solo me refiero al Diablo como figura cristiana, sino que voy un poco más atrás y doy un poco de luz a cómo surgió esta figura cristiana tomando como referencia otras figuras malignas de otras religiones anteriores», destaca.

FASCINACIÓN POR EL MAL

De su recorrido histórico se deduce que el hombre siempre ha sentido fascinación por el mal. «Es algo intrínseco al ser humano», según Palma, que reconoce que ha llegado «a entender ciertos comportamientos morbosos» aunque no a simpatizar con ellos. «No hay más que ver las audiencias que tienen ciertos programas en los que no se hace nada bueno, en los que simplemente hay peleas, broncas… O cómo imágenes de guerras o atentados que nos ponen los pelos de punta y nos horrorizan, a la vez es como si no pudiéramos dejar de mirarlas».

Al mal se le ha llamado de mil y un formas, pero no todas las denominaciones son sinónimos, explica el escritor: «Lucifer es el nombre que se le da cuando aún está al servicio de Dios, Satanás cuando ya es un ángel caído (Satán no deja de ser un pseudónimo) y decía el cristianismo que hay muchos demonios y solo un Diablo. El Diablo es con mayúsculas, es Satanás, es Lucifer, y luego demonios hay varios. En los grimorios de la Edad Media aparecían muchos: Belzebú, Azrael… Son ángeles caídos o demonios creados por Satán para tener su propia corte en el infierno. Y cada demonio tiene su cargo en el infierno. El tesorero, encargado de los pactos, se llama Lucifago. Luego está la figura de Mefistóteles, que es el nombre que escogió Goethe para su Fausto».

Las primeras referencias al pacto con el Diablo son cristianas, de santos que pasaron crisis de fe, pero luego se arrepintieron y pudieron al final romper ese acuerdo con la intermediación, por ejemplo, de la Virgen. «Creo que lo que se intenta contar con estas leyendas, sobre todo al principio cuando se trataba de historias moralizantes, era que el fin no justifica los medios y que por más que quieras conseguir ese éxito, ese poder, si lo haces de forma equivocada lo más que vas a tener son problemas», sostiene Palma Roldán, que llega a explicar en su obra cómo hacer supuestamente un pacto con el Diablo. Eso sí, también recoge cómo romperlo.

SATÁNICOS DE HOY

Estos acuerdos con el Maligno, muy presentes durante la Edad Media, aún hoy perviven de manera metafórica, entendidos como la unión de dos enemigos para lograr un fin. La figura del Diablo, como el reverso de Dios, «seguramente por haber sido tan estigmatizada durante siglos es ahora un tabú que genera un interés morboso».

El caso más famoso reciente es el de Robert Johnson, de principios del siglo XX, a quien la leyenda ya le acompañó en vida. «Él mismo reconoció que había hecho un pacto con el diablo y dedicó canciones», cuenta Palma Roldán de esta «figura fundamental para entender la música del siglo XX» a quien han rendido pleitesía Eric Clapton o Jimmy Hendricks. «Fue además el primer exponente del mítico «club de los 27″ formado por músicos que mueren a edades tempranas en el que está también Janis Joplin, Jimmy Hendricks, Kurt Kobain o Amy Winehouse».

Otros muchos músicos o artistas trasgresores han sido tachados de satánicos, pero pocos son los que se consideran adoradores del Diablo. Palma Roldán señala como los más próximos a algunas bandas y músicos dentro del black metal, una corriente extrema del heavy metal surgida en el norte de Europa a finales de los 80, pero la mayoría de los que han asumido el papel de «satánicos» en realidad buscan provocar polémica y de paso algo de publicidad gratuita. «Ya lo hicieron The Rolling Stones, creando además ese himno que es «Sympathy For The Devil», o bandas posteriores como Judas Priest y Black Sabbath, que solían utilizar símbolos relacionados con el satanismo y el Diablo en sus presentaciones, más por imagen y marketing que por otra cosa». También AC/DC tiene guiños al Diablo en sus canciones o Motley Crüe utilizó en alguna portada el pentagrama invertido, uno de los símbolos utilizados por los satanistas, aunque en su origen no tenían nada que ver.

Para el autor de «La estirpe de Fausto», la iglesia de Satán de Anton Lavey «realmente tiene muy poco que ver con Satán porque lo toma como una figura simbólica de un rebelde». Nacida en la contracultura americana de los años 60, era una mezcla de rebeldía y espectáculo. «Todo parafernalia pura y dura» en la que muchos famosos «entraron al trapo». «¿Se puede considerar que Marilyn Manson cree en el Diablo por haber sido ordenado sacerdote de la Iglesia de Satán? Que cada uno lo entienda como quiera, yo no lo considero así», sostiene.

¿Existen actualmente grupos que practiquen rituales satánicos oscuros? «Es complicado saberlo. Después de leer mucho y tratar de hablar con mucha gente, la visión que tengo es que el satanismo real, no el moderno (como figura metafórica), casi que no existe», responde Palma Roldán. En su opinión, el satanismo real «está muy disgregado, se lleva como una creencia casi unipersonal, y es difícil encontrar grupos grandes, como el templo de Set que en España no tiene presencia. Son grupúsculos muy pequeños de 10-15 personas y no hacen rituales de sacrificios…».

UN LUGAR EN LA CULTURA

Escribir sobre Satanás y sobre las vidas de quienes se dice que pactaron con él llega a dar miedo «porque te das cuenta de lo que es capaz de llegar a hacer el ser humano», confiesa Palma Roldán, pese a que no cree que Gilles de Rais o Isabel Báthory, por ejemplo, estuvieran en sus cabales. A su juicio, son «casos extremos en otros tiempos de nobles que se creían dueños de sus siervos» y la endogamia habitual entre la nobleza de entonces «acababa saliendo por algún sitio».

Al también autor de «Escocia misteriosa» y «Creepypastas: historias de terror 2.0», el Diablo no ha llegado a seducirle. «Creo que muchas de estas cosas están en la cabeza y si tú no te lo quieres tomar en serio, si no les quieres dar importancia, no la va a tener. Si se la das, vas a empezar a ver señales. Hay un componente psicológico importantísimo, lo es todo». Sí tiene claro «que no puedes ser más listo que el Diablo (se ríe) y que las cosas no son siempre como aparentan», que al conocer de dónde viene una persona que uno ha juzgado como mala se puede llegar a entender el camino que ha recorrido hasta llegar ahí.

También reinvindica su figura porque «el Diablo ha sido inspiración más o menos seria de obras magníficas, desde el «Paraíso Perdido» de John Milton al «Retrato de Dorian Gray» de Oscar Wilde o el «Sympathy For The Devil» de los Rolling Stone. También tiene su lugar en nuestra cultura». (Información: Agencias/ABC)

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