Ciudad de México.- Vinny entró en la cárcel con 13 años por acuchillar a un hombre que agredía a su madre. Las leyes de Estados Unidos no son benévolas con los más jóvenes. Y el paso por prisión no solo hundió a aquel niño alegre y enérgico que cuidaba de sus hermanos pequeños; arrastró a toda su familia. Una fotógrafa lo ha seguido durante 6 años.

Sale por la puerta tambaleándose, aturdido. Oye que alguien grita: «¡Departamento de Policía! Deja caer el cuchillo y levanta las manos». Justo en ese momento lo alcanza el disparo de postas. El dolor le devora el pecho. Se desploma. Su madre se abalanza sobre él. Ve el desconcierto en sus ojos y la sangre en su cara. Es 3 de febrero de 2012 en Albuquerque (Nuevo México) y hace 4 meses que cumplió 13 años.

Vinny repite que no quería que pasara lo que pasó, que lo único que quería era cumplir la promesa que le hizo a su madre con 9 años. “Te protegeré siempre”

Vincent asegura que aún hoy, 6 años después, no hay un solo día en el que no piense en aquello. Mamá se hundió. Y con ella se hundió toda la familia.

En el centro de detención de menores, Vincent es el más joven. Los pandilleros se dan cuenta enseguida. « Qué haces tú aquí, pequeñín?».

Vincent, de ojos grandes y atentos, de complexión débil y actitud apocada, se encuentra al principio en un estado de shock que no le deja sentir miedo. Todavía es un niño cuando al Estado no se le ocurre nada mejor que meterlo en una celda individual de cuatro metros de largo por dos de ancho.

Vincent ha nacido en Estados Unidos, un país en el que en 2016 fueron detenidos 856.130 menores, y cada día del año hubo en la cárcel unos 53.000 jóvenes de media. EE.UU. ess el único país del mundo que encierra de por vida y sin posibilidad de revisión a niños y jóvenes menores de 18 años.

Vincent tiene hoy 19 años. Dice que no quería que pasara lo que pasó aquel día de 2012, que lo único que quería era cumplir la promesa que le había hecho a su madre cuando tenía 9 años. «Te protegeré siempre, mamá».

Antes de ir a la cárcel

Eve, su madre, apenas pudo visitarlo en la cárcel. Tenía que ocuparse de muchas cosas. Sobre todo, de los hermanos pequeños de Vinny: de Elycia, que tenía solo 4 años, y de Michael, de 6. Antes de su detención, Vinny era el que se encargaba de cuidarlos. Llevaba a Michael al colegio por la mañana y volvía enseguida a la habitación del motel donde vivían, después de que los echaran de su casa. Él no podía ir a clase, tenía que quedarse cuidando de su hermana.

Eve trabajaba entre ocho y diez horas al día, seis días a la semana, en un local de comida rápida por 7,5 dólares a la hora.

Eddie, su padre, lo visitó una vez en prisión, aunque a Vincent no le gusta ni hablar con él ni de él. Eve tenía una relación con Dave, un camionero adicto al cristal, el trapicheo con drogas y los ataques de ira, cuando conoció a Eddie, el padre de Vincent. Eve esperaba que Eddie la salvase de los puños de Dave. Hicieron falta 17 años y 50 llamadas a la Policía por violencia doméstica para que Eve se diese cuenta de que Eddie tampoco era el hombre con el que conocería el amor.

Durante mucho tiempo, el único protector en aquella casa fue David John, conocido como DJ, el hermanastro de Vincent. DJ es hijo de Eve y Dave, pero Vinny lo conoció hasta los 4 años, porque hasta entonces DJ había vivido con su padre. Pero, en cuanto se conocieron, aquello fue amor fraternal a primera vista.

Vinny iba detrás de DJ a todas partes. Jugaban al baloncesto, escuchaban música, rapeaban. Y DJ protegía a Vinny y a su madre. En febrero de 2012, Vinny acabó en la cárcel porque DJ, el protector, no estaba. Y el motivo es que el propio DJ estaba en la cárcel. Solo tenía 19 años y ya era su segunda estancia entre rejas. La primera vez, por traficar con marihuana. En enero de 2012 lo detuvieron por lesiones y robo de un coche.

Vinny, con 13 años, no entendía por qué él también había acabado en la cárcel si justo aquella infausta noche querían pagar los 60 dólares de fianza para que DJ saliera en libertad y pudiera protegerlos.

La vista en el Juzgado de Menores duró diez minutos. Vincent se preguntaba por qué la abogada de oficio no lo ayudaba. Y pensaba: fue una maldita casualidad que en ese momento tuviera el cuchillo en la mano. Estaba cortando patatas. No quiso que pasara lo que pasó.

Por fin, al cabo de 47 días, los guardias de la prisión le dijeron. «Sales hoy». Vinny pulsó el botón que abría la puerta. Pero en el aparcamiento no lo esperaba su madre. En el parking lo esperaban unos policías.

Eve se enteró de la decisión por teléfono. Le habían retirado la custodia de Vinny. Es como si en ese momento algo se hubiera roto definitivamente en el interior de una mujer que solo había conseguido funcionar durante esos años porque Vinny funcionaba. «He perdido a Vinny para siempre», gritaba Eve. «El Estado me trata como si no fuese más que white trash, ‘basura blanca’. Mientras nos tuvimos los unos a los otros, todo fue bien. Y ahora el Estado me los ha quitado».

Los policías llevaron a Vinny a Ratón, a tres horas de coche de Albuquerque. «A partir de ahora vas a vivir con tu tía, cumple las normas de la casa», le dijeron los policías. Y las reglas de la tía Kim, creyente fervorosa y mujer muy severa, son rígidas. A la cama a las nueve, también los viernes. Aunque, por otro lado, era la primera vez en su vida que dormía en una habitación para él solo y, además, podía volver a ir al colegio. Pero echaba de menos a su madre y a sus hermanos cada minuto del día.

El reto de no recaer

Estamos en la primavera de 2018, y han pasado ya 6 años desde que Vincent fuera enviado a prisión. Tiene 19 años y es todo un hombre. Está en libertad, dato digno de mencionar, pues en Estados Unidos las posibilidades de que un joven que ha pasado por la cárcel vuelva a ella son extremadamente altas. El 76 por ciento de los jóvenes que pasan por prisión están de nuevo entre rejas 3 años después de su puesta en libertad.

«Me prometí que nunca más volvería a la cárcel», dice Vincent, y cuando se lo ve tan seguro, se podría pensar que este chico ha dejado atrás los horrores de su infancia.

Vincent tiene 19 años y está en libertad. Algo que es significativo. El 76 por ciento de los jóvenes que pasan por pirsión están de nuevo en la cárcel 3 años después de haber salido

Pero Vincent no tiene trabajo ni casa y lleva semanas hablando de hacerse con un carné de identidad; se lo piden para solicitar una casa, pero no lo ha conseguido todavía.

Y la falta de dinero no es la única razón de que él viva con su madre y su nuevo novio en una destartalada caravana y duerma en una colchoneta hinchable en el suelo, sino también porque, tras su paso por prisión, el miedo a la pérdida es tan fuerte en esta familia que todos sus miembros están unidos como alpinistas en una cordada y, si uno cae, todos caen con él.

Vincent lo sabe bien. Se ha prometido no volver a ‘meterse’, no volver a tocar nunca el cristal. Todavía confía en tener una vida mejor, porque desde que a los 15 años volvió a Albuquerque y hasta los 19 que hoy tiene, la vida tampoco fue fácil.

Reencuentro con DJ

«La vida justo después de la cárcel estuvo bastante bien», dice. Su tía le ofreció un hogar tranquilo y ordenado, iba al colegio y allí le daban de comer todos los días. «Quizá -reconoce- irme con mi tía fue lo mejor para mí».

Pero su madre tenía peor aspecto cada vez que se veían, como si en un mes envejeciera un año. Eve se quedó sin trabajo poco después de que él entrara en la cárcel, y empezó a tomar cristal.

Vinny se instaló con su hermanastro DJ en una habitación de motel. «El mejor año de mi vida», dice. PlayStation. Fiestas. Salir con los colegas. Vinny y DJ se hicieron inseparables. Pero entonces DJ conoció a una mujer y, poco más tarde, lo volvería a perder por la cárcel. DJ ha pasado un total de siete veces por prisión desde 2014 hasta hoy.

Pero lo que más enfurece a Vinny es que DJ haya perdido la custodia de sus dos hijas. El propio Vinny es ya padre, y dice que su mayor sueño es poder ser para su hija Jordyn, de 2 años, la figura protectora que su padre nunca fue para él.

Vinny y DJ ahora se ven poco. En ocasiones pasan semanas enteras en las que Vinny no sabe dónde está DJ. Y hay veces que ni el mismo DJ lo sabe, de lo ‘colocado’ que va. Vinny se pregunta cuánto tiempo más podrá aguantar. DJ le debe 600 dólares a un cártel mexicano, y hay gente que muere por mucho menos de eso en la guerra de la droga que asola Albuquerque.

Un cuchillo en la mano

Vincent prefiere hablar de sus hermanos pequeños, y lo hace lleno de orgullo. Ha visto a Michael hace poco en la televisión local, le habían dado un premio por un proyecto del colegio. «Sé que la vida de mi hermana pequeña también va bien», dice. La última vez que abrazó a sus hermanos fue hace 3 años, antes de que los adoptara una familia de otra ciudad.

Eve pasa días tirada en la caravana en una nube de ‘cristal’. Vinny no deja de hablar de la madre tan genial que era, de cómo intentaba estar con sus hijos…

Eve, su madre, se pasa muchos días tirada en el futón de su caravana, flotando en una nube de cristal. Y Vinny no deja de hablar de la madre tan genial que era. Cómo les compraba regalos de cumpleaños, cómo intentaba estar siempre ahí para sus hijos, y todo eso a pesar de los golpes y la violencia. «Luego llegó aquel día de febrero de 2012», dice Vinny. Y guarda silencio. Luego añade: «A partir de ese momento, mamá empezó a ir cuesta abajo».

«Pienso mucho en aquel día -dice-. No maté a aquel tipo, salió del hospital muy pronto. Mamá tuvo que recibir tratamiento durante tres días, tenía la nariz rota, los pómulos hundidos, daba miedo verla».

«Queríamos sacar a DJ de la cárcel ese mismo día, solo necesitábamos 60 dólares para la fianza. Mamá llamó a un tipo llamado Jesse, que era amigo del padre de DJ. Vino a la habitación del motel donde estábamos, dijo que no quería darnos el dinero y empezó a insultar a mi madre. Entonces yo digo: ‘No le hables así a mi madre. ¡Largo de aquí!’. Se lanza sobre mí. Mamá se pone en medio. Él la golpea en la cara. Yo intento desviar sus golpes. Mamá dice que yo tenía un cuchillo en la mano. Solo quería mantener a ese tipo lejos de mi madre. Llevaba toda mi vida viendo a mi padre pegar a mi madre. Mi madre grita. ‘Lárgate’. Yo estoy de pie entre ella y Jesse. Lanza golpes a mi madre por encima de mis hombros. Me da un puñetazo en el pecho. Me caigo al suelo, él la coge del cuello y le pega en la cara. Una y otra vez. No para. Yo grito. ‘Tengo un cuchillo’. Él pega a mi madre en la cara. Tengo un cuchillo. Él sigue pegándole. Entonces, se lo clavo».

«Le doy en mitad de la espalda, un poco a la derecha. Cae al suelo. Se arrastra hacia la puerta. Deja un rastro de sangre en la alfombra. Quiero ir detrás de él. ‘¡Para! Lo has matado’, grita mamá. Salgo por la puerta tambaleándome, aturdido. Oigo que alguien grita. ‘¡Departamento de Policía!’. Dejo caer el cuchillo y levanto las manos. Justo en ese momento, me alcanza el disparo de postas. El dolor me devora el pecho. Me desplomo».

Reportaje realizado por ABC.ES 

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