Ciudad de México.- Se dice que en la región que se conoce como la Huasteca, al norte de Veracruz, cerca de San Luis Potosí e Hidalgo, vivía un hombre ambicioso y trabajador, un workaholic de aquellos tiempos, estaba tan dedicado y obsesionado con la producción de sus parcelas que aprovechaba cualquier momento para trabajar. Únicamente se tomaba descansos para sus actividades vitales como comer y dormir, cualquier actividad de ocio la veía como una pérdida de tiempo.
La carga de trabajo en el campo en los últimos meses de año es pesada, es la temporada para cosechar todo lo que se cultivó y hacer reservas para consumir en el frío invierno. Por esta razón el protagonista de esta historia no quería pasar un segundo sin aprovechar el tiempo para cumplir con sus funciones y sacarle el mayor provecho a su trabajo.
Cuando llegó el día en que se celebra a los difuntos, la esposa del hombre le recordó que tenía que darse un descanso para formar parte de la tradición y honrar a sus ancestros como era costumbre, sin embargo, el hombre se negó rotundamente afirmando que prefería ahorrar el dinero de la fiesta para si mismo e invertir su tiempo en actividades más lucrativas, así que se fue a trabajar sus tierras.
Ya entrado en el trabajo bajo el sol, el hombre escuchó una voz familiar proveniente del monte "Hijo, hijo quiero comer unos tamales". A pesar de asombrarse, el hombre intentó seguir trabajando, hasta que comenzó a escuchar que otras voces sin procedencia lo llamaban por su nombre, reclamando por alimento y atención, comprendió que las voces pertenecían a sus difuntos parientes, incluyendo a su padre, le estaban reclamando la ausencia de ofrenda en su casa.
El hombre dejó su trabajo y se dirigió con gran velocidad a su casa, al llegar, le pidió a su esposa que le ayudará matando un guajolote para preparar tamales y ofrendarlos a sus familiares difuntos. La mujer trabajo en la cocina mientras el hombre tomaba una siesta para recuperarse de su tarde agitada. Cuando la mujer terminó con los preparativos para la ofrenda intentó durante varios minutos despertar a su esposo, pero todo fue inútil, el hombre había muerto.
El hombre cumplió con la ofrenda para sus ancestros, sin embargo, los muertos optaron por llevarlo a su mundo, es por eso que esta fecha debe ser un pretexto para recordar a los seres que se han ido y compartirles sus gustos, honrarlos con nuestros recuerdos. Recuerda que los muertos no perdonan el olvido.
* Esta leyenda es una adaptación del cuento El hombre que no respetó el día de difuntos, del libro Cinco Leyendas en torno al día de muertos, coordinado por Amparo Sevilla.