El pueblo mexicano ha resurgido de los escombros en al menos dos importantes ocasiones; si bien la economía y bienes materiales se han recuperado tras los impactantes sismos, en la salud mental de las y los habitantes de la Ciudad de México y Área Metropolitana la herida aún no sana.
Un temor persistente, incontrolable y desmesurado frente a los movimientos sísmicos es uno de los síntomas de la fobia a los temblores: la tremofobia, problema que puede llegar a alterar sus relaciones sociales y familiares.
A cinco y 37 años de aquellos catastróficos sucesos, los estragos prevalecen en cada rincón de la Ciudad de México, no obstante, la verdadera herida que dejaron no está ligada tanto a las pérdidas materiales, sino más bien al miedo y ansiedad que se ha aprehendido en el imaginario colectivo de la sociedad mexicana y que propicia, sobre todo durante el mes de septiembre, a que mexicanos y mexicanas de todas las edades experimenten sentimientos adversos ante la incertidumbre de saber que en cualquier momento puede volver a temblar.
Y es que ambos movimientos telúricos, tanto el de 1985 como el de 2017, han condicionado inconscientemente el comportamiento de las y los mexicanos, -especialmente de aquellos que habitan en la Ciudad de México- y, por ello, es común que cualquier ruido parecido a la alarma sísmica se asocie directamente con los temblores, o que cualquier vibración sea un indicio de algún movimiento telúrico, aunque la realidad sea diferente.
La tremofobia puede presentarse como una especie de estrés post traumático, ya que tan solo pensar en que cualquier momento puede volver a ocurrir un terremoto genera en el cerebro humano un innegable sentimiento de angustia que más adelante puede convertirse en un trastorno.
“Nos da miedo revivir la situación, que nos vuelva a pasar o que nos lastimemos, eso genera mucha angustia y propicia a que la gente se sienta más irritable, con miedo, insomnio y, por supuesto, desesperanza”.
Cabe mencionar que el estímulo respuesta que experimenta cada persona respecto a los sismos es diferente y puede ir desde una crisis nerviosa y hasta desarrollar un trastorno de pánico cuyos principales síntomas son nerviosismo, un ritmo cardiaco y respiración acelerados, sudoración, hormigueos, temblores en el cuerpo y la repetición de pensamientos catastróficos.
En menor medida, las y los habitantes de la Ciudad de México pueden padecer sentimientos intensos de tristeza o miedo, así como una reacción exagerada a los estímulos, es decir, asociar cualquier pequeño movimiento con un temblor o el más mínimo sonido con el de la alarma sísmica. También es común que experimenten pesadillas y que constantemente recuerden sus propias experiencias en los terremotos tanto de 1985 como de 2017.
Fuente: Infobae