Celaya, Gto., por: Redacción .- Las explosiones del 25 de septiembre de 1999 ocurridas en Celaya dejaron 72 muertos en el lugar, desaparecidos y más de 300 lesionados y mutilados, mujeres viudas, niños huérfanos, y un sinfín de daños materiales, pero sobre todo emocionales.
A 24 años de distancia, ese día permanece en la memoria principalmente de las familias que perdieron a un familiar, resultaron heridos o impactados por la tragedia.
Hoy las familias realizaron una misa en el templo de la Resurrección y el rezo del Rosario en el lugar de la tragedia, donde batallaron para colocar unas mesas con imágenes religiosas porque los comerciantes ya se habían instalado, y donde ninguna autoridad ni civil ni religiosa los acompañó.
Hasta ahí llegó la señora Juana García mamá del policía Pedro Ávila García que perdió la vida sacando a personas heridas del lugar de la explosión.
Pidió una placa en el sitio con los nombres de los fallecidos, para que no se olvide la tragedia.
“Ahora vemos que mucha gente quema cohetes, no se ponen a pensar en lo que sufrimos quienes perdimos a un ser querido, y en el daño que nos causan cada vez que escuchamos los tronidos”.
“Esperamos que esto que ocurrió no se olvide porque ya somos muy pocas personas las que venimos a rezar, siempre hemos pedido que pongan aquí una placa, pero no nos han escuchado”.
*Recuerdan la tragedia
El sábado 25 de septiembre de 1999, Juan Arellano festejaba con sus empleados el día del impresor en su pequeña imprenta ubicada a la vuelta de la Central de Abastos.
Un día después no podía creer lo que veía en la zona de abastos, ahí donde estaban todos sus clientes, a los que les imprimía bolsas, calendarios, y todo papel o publicidad que necesitaran para sus negocios.
“Cuando yo llegué por Constituyentes para mí fue fatal porque ya había sido la primera explosión y estuvo muy fuerte, yo sí me asusté cuando vi a toda la gente que iba saliendo quemada, caminando y el polvorín que estaba a todo esplendor, de hecho, no había ni ambulancia, ni nada, me tocó el pánico, en realidad para mí fue un pánico, a pesar de que uno está en bomberos capacitándose si te da pánico, te da miedo”.
Juan también era bombero y paramédico en Cruz Roja, pero nada lo preparó para ver ese día a decenas de muertos, entre ellos a Cristina, su empleada en la imprenta y compañera en la Cruz Roja.
“Yo estaba como asalariado y voluntario en Cruz Roja y en Bomberos, estaba en descanso y me habla la compañera de Bomberos que me tenía que acercar a Bomberos porque la unidad había salido a la colonia Insurgentes y venía a Antonio Plaza, yo dije si hay un incendio en Antonio Plaza, yo me voy a ir para allá”.
“Entre por Constituyentes y ya había un camión de bomberos siniestrado del que no encontraban a un compañero, yo entré en shock, sí, estuve trabajando en automático, nuestro compañero bombero estaban abajo del camión, ya fallecido”.
“Estábamos buscando también a un primo mío, a Gerardo Arellano. Él también quedó amputado de una pierna, gracias a Dios sigue vivo”.
Estar hoy en la zona de la explosión, a pesar del paso de 24 años, le sigue produciendo un shock porque él equipara lo que vio ese día con una zona de guerra.
“Estar aquí me recuerda muchas cosas, a mi secretaria porque un día antes les hice su fiesta del día del impresor y aquí la vi muerta, a Cristina, ella estaba en la Cruz Roja y me tocó verla aquí muerta, imagínate para mí fue muy fuerte y la verdad lo sigo todavía viviendo porque hay muchos recuerdos como en una guerra, porque estuvo fatal”.
Juan le habló al Ejército, y se dirigió a la glorieta poniente, ahí esperó el convoy al que luego dirigió a la zona del desastre.
“Les comenté que había una explosión fuerte con bastantes muertos. Entonces se vino el ejército”.
Trabajó ese día durante horas y tuvo que correr de las explosiones que se presentaron mientras atendía heridos.
“Me tocó la segunda, y tercera, y todas las demás explosiones porque yo calculo que fueron como siete, igual salíamos corriendo, otros querían ver y eran los que fallecían. En la segunda explosión me puse abajo de un letrero de un parabús que estaba pasándola a central”.
“Cuando iba a ocurrir esa segunda explosión empezó como a aventar humo y luego ya después fue la segunda explosión. Yo les comentaba en los medios de comunicación no vayan, no se acerquen, pero la gente se acercaba, la gente moría en el momento no hacía caso”.
Juan Arellano, quien con sus medios impulsa la Escuela de Capacitación de Emergencias de Celaya lamenta la falta de cultura en protección civil, y reprocha que muchos niños y jóvenes e incluso adultos siguen tronando cohetes.
“Lamentablemente la gente sigue comprando pirotecnia. Buena parte de la población se ha
olvidado de lo que pasó aquí lamentablemente y yo le diría a la población en general que no compre pirotecnia, que no compren cohetes, que vigilen a sus hijos que lo que compran”. “Lamentablemente yo tengo algunos vecinos que el papá prende el cohete y se lo da al niño para que lo aviente, imagínense.
Juan Arellano aún tiene en su mente las heridas que le dejó ese domingo negro cuando 72 personas murieron en el lugar y más de 300 resultaron lesionados.
“Me enfermé, duré mucho tiempo que me brincaban los pies, no podía dormir, la verdad sí me pegó a mí bastante, sí tuve miedo y sigo todavía con miedo, apenas hacen un pequeño ruido o prenden un cohete y brindo, lamentablemente sí me marcó mi vida”.
*Perdió a su esposo
Con dos hijos pequeños de 6 y 12 años, la señora Margarita Ramírez esperaba en el cine sin imaginar que su esposo, un taxista de Taxicel había perdido la vida en las explosiones del domingo negro.
“Lamentable, es un día tremendamente mal, exageradamente mal”.
A Margarita su esposo la dejó en el cine con sus dos hijos, ella no se dio cuenta de la explosión, él había acordado pasar por su familia a las 2 de la tarde.
“Mi esposo quedó de recogernos a las 2 de la tarde para llevarnos a comer a Comonfort. Ya nunca llegó. Lo estuvimos esperando, hasta las 6 de la tarde que yo me movilizo, voy al Taxicel y me dan la lamentable noticia que mi esposo había muerto ahí”.
Margarita se quedó sola con la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos, sin ningún apoyo porque su esposo no tenía ninguna prestación.
“Siguió muchísimo dolor, muchísima soledad, quedé al desamparo con dos hijos, uno de 6 años y uno de 12 y yo no trabajaba”.
Margarita entró a trabajar a un colegio para mantener a sus hijos.
A 24 años de distancia, tras el rezo del rosario en el lugar de las explosiones pide conciencia, memoria en los celayenses.
“Hacemos esto para que la gente no olvide, y no porque seamos rencorosos, porque nos han tachado de rencorosos, no es por eso. Es para que haya conciencia de la gente que vende eso y de las autoridades que lo permiten”.
“Está muy mal que haya regresado la pirotecnia, muy muy mal, muy mal, porque entonces, ¿El domingo negro dónde ha quedado?”.