Estados Unidos.- Hace unos 40 años, la humanidad dio un paso arriesgado hacia el descubrimiento de la vida alienígena. Fue en los años 70, cuando la NASA mandó al espacio varios mapas para orientar a los extraterrestres y ayudarles a encontrar nuestro planeta. En aquella época parece que la agencia espacial estadounidense no se planteaba que revelarles nuestro paradero a los alienígenas pudiera entrañar peligro alguno.
«Teníamos que poner algo en la [sonda] Voyager que dijera de dónde venía y cuánto tiempo había estado viajando», comentó el diseñador del mapa, Frank Drake, a ‘National Geographic’. Como el mapa tenía que ser entendido sin dificultades por los extraterrestres, los científicos utilizaron como indicadores los púlsares, estrellas de neutrones que giran a una gran velocidad y emiten pulsos muy intensos de radiación electromagnética.
Cada pulsar es único y tiene una vida de miles de millones de años, lo que los convierte en puntos de referencia ideales. Por eso Drake creó un mapa en el que aparecían una decena de estos fenómenos celestes junto a la imagen de dos seres humanos, un hombre y una mujer, para que los alienígenas nos reconocieran cuando visitaran nuestro planeta.
Dos copias del mapa fueron enviadas con las sondas Pioneer 10 y Pioneer 11 en los años 1972 y 1973 respectivamente. Mapas similares también fueron puestos dentro de la Voyager 1 y la Voyager 2, lanzadas en 1977.
Los mapas de las Voyager tenían como soporte discos de oro, que contenían también grabaciones de sonidos de la naturaleza, por ejemplo truenos y erupciones de volcanes, así como ruidos relacionados con los humanos: el sonido de un tren, el de un carro y un caballo, y el de un beso de una madre a su hijo, expone ‘Mail Online’.