Nueva York.- Las experiencias y aprendizajes de la infancia repercuten por el resto de nuestra vida. Esto aplica tanto para las cosas buenas como para las malas, y el bullying es una de esas cosas malas que se quedarán con nosotros por mucho.

Según MundoPsicólogos, las consecuencias del bullying que se manifiestan en la adultez interfieren en nuestras relaciones con los otros, pero también inciden en cómo nos percibimos y sentimos con respecto a nosotros mismos.

Baja autoestima

Una de las principales consecuencias del bullying en la vida adulta es la baja autoestima. El bullying provoca que el adulto no se quiera ni se valore lo suficiente, lo que incide negativamente en su salud mental.

En otros términos, el adulto puede tener una concepción distorsionada de sí mismo, llevándolo a pensar que un área de su cuerpo es desproporcionada o fea, incluso si no es así.

También puede pensar que no es merecedor del afecto de su entorno, o que es una persona sin las mismas capacidades que los otros.

Tendencia a evitar conflictos

Es bastante probable que una persona que sufrió violencia en la niñez, no sea capaz de expresar su opinión en condiciones normales, limitándose a situaciones en que es estrictamente necesario que comunique lo que piensa. También pudiera pasar que solo exprese su opinión para quejarse sobre una situación determinada.

Inhibición o desconfianza hacia los demás

En la infancia, el bullying induce el aislamiento social como mecanismo para evitar la confrontación con los acosadores. Debido a esto, el niño puede experimentar dificultades al momento de relacionarse con los otros.

El continuo sentimiento de soledad que siente el niño puede acompañarlo hasta que se convierta en adulto, lo que puede ser muy perjudicial para la vida laboral del adulto en tanto se vea involucrado en entornos o situaciones en que la confianza es un componente vital de las relaciones laborales y la vida en sociedad.

Déficit de habilidades sociales

El bullying provoca un estado de aislamiento social que impide que el niño se enfrente a situaciones sociales suficientes que le permitan pulir sus habilidades para relacionarse con los demás. Esto genera que el niño sea socialmente torpe al interactuar con los otros durante su adultez.

Reconocer las repercusiones del bullying en nuestra etapa adulta nos permite abordarlas mejor. Esto nos ayudará a lidiar con ellas y trabajarlas para que no nos afecten demasiado y nos impidan aspirar a tener una calidad de vida óptima.

Con información de El Diario NY

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