Guanajuato Gto. Por: Christian Allen.-  La semana pasada en dos días me aventé los cuatro episodios de la miniserie “Adolescencia”, de Netflix; misma que me pareció una obra de arte en el tema visual, ya que, como pocos trabajos, realizó la filmación de cada uno de sus capítulos en un solo plano secuencia.

O sea que, no me quiero ni imaginar los meses y meses de ensayos que eso se llevó.

Actuaciones que de verdad me movieron los sentimientos, sobre todo de quien le dio vida a Jamie, el protagonista de 13 años acusado de homicidio, fue magistral, y saben qué, pues resulta que ese también fue su primer trabajo como actor profesional.

Sin spoilers, creo que todos los padres de familia, tutores o responsables de menores, deberían ver esta serie de televisión.

Siempre busco un significado especial en lo que consumo, en todo, y creo que en la actualidad, el manejo, pero sobre todo lo que pasa en nuestras redes sociales, tiene un impacto directo en nuestro desarrollo social e incluso, tiene repercusiones en nuestro bienestar emocional.

La percepción que otros tienen sobre nuestra persona y la identidad pública que vamos creando, tiene una repercusión, sin duda.

En el caso específico de “Adolescencia”, las redes y su impacto en esa etapa de la vida, tiene que tener un especial cuidado, para justo, evitar que derivado de su mal uso, del bullying y de la poca importancia que se le pueda dar, ocurran casos tan impactantes como lo que cuenta la serie.

Creo que, y esto es una opinión personal, niñas y niños de menos de 16 años de edad, no deberían tener acceso a ese mundo digital, que realmente ofrece un amplio panorama mundial, pues se encuentran en pleno desarrollo, pero bueno hoy vemos cómo muchos de los jóvenes, incluso de menor edad, ya cuentan con las redes.

Entonces ante esto, lo que se tiene que hacer es prestar atención a las relaciones de las nuevas generaciones, ser vigilantes del impacto e interacción social, visual y de comunicación con su entorno. Hoy un buen o mal comentario escrito en redes tiene siempre el impacto, del emisor al receptor.

Hay que verla no para acusar o para decir “a mí nunca me va a pasar” (lo mismo pensaron los padres de la serie), sino para abrir los ojos, estar atentos, escuchar, mirar y conversar con nuestros hijos.

No daré más adelantos, pero sí les diré que posiblemente mi episodio favorito fue el tercero, cuando el niño habla con la psicóloga que le envió el estado, impresionante.

Ya me voy, pero recuerden esto es, IMPERDIBLE. Los quiero y éxito en todo. Hasta la siguiente.

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