Cultura Colectiva | Ciudad de México.- En su primera incursión en la narrativa, el escritor italiano Umberto Eco combinó la novela gótica con la crónica medieval y los cuentos policiacos para crear "El nombre de la rosa" (1980), una de las novelas fundamentales del siglo pasado. En ella contó a sus lectores las indagaciones de Fray Guillermo de Baskerville para resolver los crímenes cometidos en una abadía benedictina en el año 1327 al lado del novicio y aprendiz Adso de Melk.
La resolución a aquellos extraños asesinatos resultó ser un libro cuyas páginas estaban envenenadas: el Segundo libro de poética de Aristóteles. ¿El motivo? Este volumen tenía la característica de hacer reír a los hombres con su contenido, situación que enardecía a uno de los personajes centrales de esta historia, Jorge de Burgos, quien era el dueño del volumen asesino y pensaba que la risa acercaba a los hombres a la condición de bestias. A modo de castigo ideó una trama macabra: al mojar su dedo para pasar las páginas, el lector irremediablemente introduciría el veneno en su organismo.
Como si de una profecía se tratara, a principios de julio de 2018 se anunció el descubrimiento de tres volúmenes de los siglos XVI y XVII en una universidad de Dinamarca.
Lo más extraño es que sus páginas estaban impregnadas con arsénico, un veneno natural que puede provocar irritación gastrointestinal y pulmonar, lesiones graves en la piel, diarrea, o en el peor de los casos, cáncer o la muerte, tal y como ocurría en la novela de Eco.
El hallazgo fue realizado por Jakob Povl Holck y Kaare Lund Rasmussen, quienes se encontraban examinando volúmenes medievales que habían sido reciclados para reescribir en su superficie, una práctica muy común en aquellos tiempos. Los investigadores se percataron de la presencia de una densa pintura verdosa que impedía descifrar un texto escrito en latín. Cuando se sometió a un escaneo de rayos X, se percataron de la presencia de la sustancia en los tres libros.
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en la novela, es probable que el arsénico se tratara de un remedio para protegerlo de ratas o insectos, ya que sólo se hallaba en algunas zonas de las páginas. Esto también descarta que fuera usado como un pigmento: hay que recordar que el arsénico también fue empleado como tal en la Europa de principios del siglo XIX por varios pintores impresionistas y postimpresionistas.
La relación entre la novela de Eco y los libros hallados, nos recuerdan las maneras extrañas de morir que existían en la Edad Media, un periodo en el cual había costumbres asquerosas que hoy nos parecen desconcertantes.