Ciudad de México.- Hay un restaurante al que ya no vas a querer volver. También habrá una canción que te hará llorar de manera proporcional a la felicidad que te trajo algún día, un parque por el que intentarás no pasar y algún objeto que tendrás guardado durante meses en un cajón en un absurdo intento por olvidar que está allí, pero sin la suficiente valentía como para tirarlo de una vez. Y esto no es lo peor.
Más doloroso que los recuerdos, será descubrir que aquello que te enamoró hace años es lo que ahora te resulta intolerante: el marido cariñoso que se transformó en asfixiante, la esposa intrépida y viajera que ahora se siente ausente, la incertidumbre de pensar si es el otro el que ha cambiado con el tiempo o si, en cambio, son los ojos propios los que ya no miran de la misma manera, como esas puertas viejas, hinchadas por el agua y los años, que un día deciden no encajar más en el marco.
Historia de un matrimonio, la nueva película dirigida por Noah Baumbach y estrenada en Netflix el 6 de diciembre, es, en realidad, la historia de un divorcio. Si se lo piensa detenidamente, es bastante adecuado para los tiempos que corren. Según cifras del Inegi, 41 de cada 100 matrimonios en la Ciudad de México terminan en separación. Mientras los indicadores de la unión legal entre parejas van en descenso, de 2016 a 2017 han disminuido un 2.8%, la tendencia de los divorcios se incrementó un 5.6% en el mismo periodo.
Es lógico pensar que, si se pasó de una expectativa de vida de 34 años en 1930 a 77 años en 2017, el “hasta que la muerte los separe” bien podría albergar dos matrimonios completos de antaño y hasta algunos años de soltería intermedios. ¿Será, entonces, que a la hora de elegir con quién casarnos también tendremos que tener en cuenta que sea una persona de la cual podríamos divorciarnos en buenos términos?
Historia de un matrimonio es una concatenación de palabras no dichas, de incomunicaciones históricas y de “hubieras” desgarradores. Afortunadamente, también es una clase magistral de actuación con monólogos de toma cerrada y diálogos escritos con el filo de una cuchilla recién comprada.
Además del extraordinario trabajo que realizan Scarlett Johansson y Adam Driver, el cuadro se completa con personajes secundarios que, aunque aparezcan sólo unos minutos, llenan de verosimilitud y particularidad a la película. Desde la asistente social (Martha Kelly), hasta la madre de la protagonista (Julie Hagerty), que entabla relaciones atípicas con sus yernos. El cine estadounidense ha entendido a la perfección que la ficción no se construye con dos buenos actores y algunos “extras” sin importancia. Cada aparición puede ser excelsa, sin importar lo chico o grande del papel: para eso, se necesitan cineastas que efectivamente hagan dirección de escena y producciones que no subestimen la elección del cast, ni el trabajo actoral.
Historia de un Matrimonio es el relato del divorcio entre Nicole y Charlie; en la vida, los habrá mas sanguinarios o más amables, más lentos o más precipitados. Sin embargo, y aunque la contemporaneidad nos permita deslactosar hasta el dulce de leche, las rupturas siguen siendo aquello que quiebra algo más que un lazo contractual: es ver como el otro pasa de ser la persona más cercana, al desconocido que habrá que volver a construir para otorgarle un nuevo lugar en el escenario interno. Lugar que nunca será el mismo.
Sanación a través del dolor
Adam Driver y Scarlett Johansson interpretan, respectivamente, a unos talentosos personajes de teatro, un director neoyorquino y una actriz que desea continuar con su crecimiento profesional.
La historia comienza con el testimonio de ambas partes sobre aquello que aman de su pareja, aquello que los hace querer estar juntos. Luego nos enteramos de que la separación será irremediable.
Nicole (Johansson), acompañada de su hijo Henry (Azhi Robertson), viajará temporalmente a Los Ángeles para hacer el piloto de una serie; por supuesto, tiene la esperanza de que el programa sea aprobado. Por su parte, Charlie (Driver) se quedará en Nueva York para preparar el montaje de una de sus obras en Broadway.
En un principio, la pareja tenía la intención de llevar su separación sin meter abogados de por medio, sin embargo Nicole rompe el acuerdo y contrata a la súper abogada Nora Fanshow (Laura Dern), lo cual obliga a Charlie a hacer lo propio, situación que financieramente lo pone contra la pared, sin mencionar que por diversas circunstancias termina contratando a dos: al conciliador Bert Spitz (Alan Alda) y al tiburón Jay Marotta (Ray Liotta).
Poco a poco la relación entre ambos va ensuciándose, en parte por la agresividad de los abogados, pero principalmente porque entre la pareja saldrá a relucir una serie de rencores guardados.
El proceso es doloroso y lleno de sinsabores, pero nos iremos dando cuenta de que el contacto con el dolor es la mejor medicina para la sanación y el cambio.
Con información de La Razón y Proceso