Ciudad de México. Fuente: Otroscines.- Tercera entrega de la saga y octava del “universo” de El conjuro. Ya sin el talentoso James Wan como director, El diablo me obligó a hacerlo conserva el tono, el espíritu y las ideas fundamentales y fundacionales de la franquicia, pero también se advierte cierta sensación de fatiga, algo parecido a un piloto automático que nos llevará a destino sin demasiadas zozobras ni sorpresas. Estreno en los cines que estén abiertos y también como parte del catálogo de HBO Max, plataforma de streaming de inminente lanzamiento en América Latina.
El conjuro 3: El diablo me obligó a hacerlo (The Conjuring: The Devil Made Me Do It, Estados Unidos/2021). Dirección: Michael Chaves. Elenco: Patrick Wilson, Vera Farmiga, Ruairi O’Connor, Sarah Catherine Hook, Jiulian Hilliard, John Noble y Eugenie Bondurant. Guion: David Leslie Johnson-McGoldrick. Fotografía: Michael Burgess. Edición: Peter Gvozdas y Christian Wager. Música: Joseph Bishera. Distribuidora: Warner Bros. (New Line). Duración: 112 minutos.
La secuencia de apertura es muy buena: el 18 de julio de 1981, los demonólogos Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) realizan y documentan en el pueblo de Brookfield, Connecticut, el exorcismo de David Glatzel (Julian Hilliard), un encantador (y aterrador cuando está poseído) niño de 8 años, frente a la mirada de la familia del chico y la presencia de urgencia del padre Gordon (Steve Coulter). Tras una intensa lucha, Arne Johnson (Ruairi O’Connor), el novio de Debbie (Sarah Catherine Hook), la hermana mayor del pequeño, le pide al Diablo que libere a David e ingrese en su cuerpo. Las consecuencias de ese “pase” serán sangrientas. Lo cierto es que Ed sufre un infarto y termina internado en un hospital. Cuando despierta, predice que algo trágico va a ocurrir con Arne. Hasta aquí lo que conviene contar para lo que resulta un inicio bastante prometedor.
El problema es que Chaves no es Wan y esta tercera película, que pendula entre el thriller judicial (¿puede usarse una posesión diabólica como atenuante para una condena de homicidio?) y ciertos momentos de ternura con un repaso (flashbacks mediante) de los más de 30 años de amor de los Warren, un matrimonio que ha resistido no solo al paso del tiempo sino a trabajos por demás extremos, luce bastante monocorde y por momentos un poco anodina.
La saga en general (y el dúo protagónico en particular) parece un poco desgastado luego de las dos notables entregas iniciales ambientadas en 1971 y 1977. El conjuro sigue siendo una saga magnética (mucho más que sus spinoffs y sucedáneos menores), pero el impacto de sus historias y el carisma de sus personajes ya no son los mismos. Quizás es tiempo de darle a estos dos demonólogos un descanso y esperar un regreso más cuidado de la mano de Wan o de otro director de relieve.