Ciudad de México. Fuente: RTVE.ES.- La guerra civil en Siria cumple 10 años. Las protestas contra el régimen de Bachar al Asad, iniciadas como una extensión de la ‘Primavera Árabe‘, fueron respondidas con represión y esta con oposición armada que degeneró en un enfrentamiento abierto entre facciones y grupos. La guerra ha provocado decenas de miles de muertos y el mayor éxodo de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial.

Siria es un estado complejo, dominado desde los años 70 del siglo pasado por la familia Al Asad, y donde una minoría chií (los alauíes) controla los resortes del poder frente a una mayoría suní y a una importante minoría cristiana. Étnicamente, junto a la mayoría árabe hay que contar una importante comunidad kurda en el noreste, precisamente la región más rica en petróleo y fronteriza con Turquía e Irak.

Bachar al Asad heredó en 2000 el poder de su padre, Hafez al Asad, quien también tuvo que hacer frente a un intento de revuelta en 1982. Desde entonces, la oposición se había abstenido de cuestionar el poder de los Asad, hasta la ola de protestas de 2011.

La detención y tortura de unos menores por una pintada provocó en el país una sucesión de manifestaciones multitudinarias. El gobierno respondió a las protestas a la vez con represión y con la promesa de reformas.

El 15 de marzo de 2011, un equipo de TVE que se encontraba en Damasco fue testigo de la primera protesta por las calles de la capital. Esta es la fecha que se toma como referencia para el inicio del conflicto.

Las protestas se extienden en Siria

En octubre de ese mismo año, desertores del Ejército sirio crearon el Ejército Libre Sirio (ELS), la primera milicia rebelde, lo que marca el inicio de la lucha armada. 

Se sucedieron las operaciones militares: la toma de Idlibla devastación de Homsel cerco de Alepo (que habría de durar cuatro años). A finales de 2011, la ONU estimaba que ya habían muerto 4.000 personas y calificaba el conflicto de guerra civil.

Miles de civiles huían de los combates. El primer destino de los refugiados fueron principalmente los países cercanos: Turquía, Jordania y Líbano.

Desde el comienzo de las hostilidades, países y actores regionales se vieron envueltos. Los rebeldes sirios obtenían apoyo a través de la frontera turca, mientras asesores iraníes y milicianos de la guerrilla libanesa Hizbulá apoyaban al régimen. Al menos desde enero de 2013, Israel comenzó a bombardear objetivos en el interior de Siria supuestamente vinculados a Irán o Hizbulá, aunque no reconoció oficialmente estas operaciones hasta 2017.

Los contendientes han utilizado también armas químicas. En agosto de 2013, un bombardeo con gas sarín dejó 1.300 muertos en barrios rebeldes de Damasco. Tras la protesta internacional, Asad accedió a destruir su arsenal químico. Sin embargo, este tipo de armas se han seguido usando esporádicamente: en 2017, la ONU determinó que las fuerzas gubernamentales habían utilizado armas químicas al menos en tres ocasiones entre 2014 y 2015, y el Estado Islámico al menos una vez. El caso más grave estaba aún por producirse.

2013: El Estado Islámico hace su aparición

Nacido en 2006 en Irak bajo la protección de Al Qaeda, el grupo yihadista suní Estado Islámico (EI) comenzó en 2013 a operar en el escenario sirio. 

En junio de 2014, tras haber tomado la importante ciudad de Mosul en Irak, el EI unificó sus conquistas en ambos países y proclamó el califato: la unión de todos los musulmanes del mundo bajo la autoridad religiosa de su líder, Abu Backr al Bagdadi. El autodenominado «califato» estableció su «capital» en la ciudad siria de Raqa y se convirtió en un centro de atracción y entrenamiento para yihadistas de todo el mundo.

Para muchos suníes radicales, era un sueño hecho realidad: borrar las fronteras artificiales trazadas en el desierto por Reino Unido y Francia tras la Primera Guerra Mundial, unificar un territorio poblado mayoritariamente por comunidades con la misma lengua, la misma religión y siglos de historia común, y recuperar la unidad bajo una autoridad religiosa.

El Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que ha puesto en jaque a Bagdad al hacerse con extensas zonas del norte y el oeste del país, ha declarado este domingo el «califato islámico» y a su líder, Abu Bakr al Bagdadi, como «califa de todos los musulmanes».

2015: Rusia inclina la balanza del lado de Asad

La intervención de Rusia, un viejo aliado del régimen sirio (su flota tiene en Tartús su única base en el Mediterráneo), en la guerra ha sido la más decisiva de un poder extranjero. Desde 2013, Moscú daba apoyo logístico y material a Asad, pero en septiembre de 2015 respondió a una petición directa y aviones rusos bombardearon por primera vez objetivos en Siria, concretamente en Homs.

La oposición siria denuncia que cientos de personas han muerto en un ataque con armas químicas en Damasco

La implicación rusa inclinó la balanza del lado de su aliado y marcó el principio del fin para el Estado Islámico, que ya nunca volvería a controlar tanto territorio como el que un día tuvo, y comenzó a sumar reveses.

En enero de 2015, los kurdos derrotaron al EI en la épica batalla por Kobani, tras meses de asedio y lucha callejera. Desde el comienzo de las hostilidades, los kurdo-sirios buscaron mantenerse al margen y concentrarse en ganar autonomía hasta llegar a establecer una confederación de territorios en el noreste del país: Rojava.

Y en la primavera de 2016, gracias al apoyo ruso, el Ejército sirio recuperó de manos de los yihadistas la emblemática Palmira, ciudad Patrimonio de la Humanidad, algunas de cuyas joyas arqueológicas habían sido destruidas. La ciudad tuvo que ser reconquistada de nuevo un año más tarde.

Ola migratoria hacia Europa

Sin embargo, el EI no estaba aún aniquilado y los combates empujaban a la población civil a huir como podía. La presión sobre Turquía se desbordó en septiembre de 2015 y una oleada de refugiados sirios, pero también de otros países, se abrió paso hacia el centro y norte de Europa.

Más de dos millones de personas atravesaron a pie desde Grecia hacia Alemania en la mayor crisis migratoria de ha golpeado el viejo continente desde la segunda Guerra Mundial.

Informe Semanal – La última frontera – Ver ahora

2017: Estados Unidos bombardea objetivos del régimen sirio 

El 4 de abril de 2017, aviones no identificados lanzaron un ataque aéreo contra la localidad de Jan Sheijún, en la provincia de Idlib al norte del país, controlada por fuerzas opositoras y facciones islámicas. Una nube tóxica envolvió el área, provocando la muerte de más de 80 personas, entre ellas 30 menores. La oposición acusó a Al Asad.

Barack Obama había dicho que el uso de armas químicas era la «línea roja» que llevaría a EE.UU. a intervenir directamente en Siria, pero fue su sucesor en la Casa Blanca, Donald Trump, quien finalmente dio ese paso. El viernes 7 de abril, la flota estadounidense lanzó su primer ataque contra fuerzas sirias y 59 misiles de crucero impactaron en una base aérea cerca de Homs.

Estados Unidos bombardea un aeródromo en Siria con decenas de misiles crucero

Un año después, un nuevo ataque químico, esta vez contra la ciudad de Duma, el último bastión rebelde a las afueras de Damasco, provocó 40 muertos y nuevas represalias de EE.UU. a las que se sumaron Reino Unido y Francia.

Aparte del uso de la flota y la aviación, los estadounidenses han limitado su presencia terrestre a la provincia de Hasaka (noreste de Siria) controlada por las milicias kurdas, a las que han prestado apoyo contra el EI.

2019: EE.UU. se retira y entra Turquía

En enero de 2019, Trump retiró estas tropas del norte de Siria, abriendo la puerta a una operación a gran escala de Turquía. El interés de Ankara era evitar la consolidación de Rojava, la región autónoma kurdo-siria, a la que vincula con los independentistas kurdos de Turquía. Para ello se proponía controlar una «zona de seguridad» en la frontera común, una franja de 480 kilómetros de largo y 30 de ancho.

Así que, en octubre, tropas turcas apoyadas por milicias sirias afines invadieron el noreste de Siria, provocando un éxodo de 100.000 personas.

 

Centenares de miles más, hasta sumar 800.000, huyeron de Alepo e Idlib, los últimos bastiones rebeldes, ante la ofensiva del Ejército sirio iniciada en abril.

Siria afronta su peor crisis humanitaria desde el estallido de la guerra.

La nueva oleada de refugiados provocó ese invierno la mayor crisis humanitaria de la guerra, según la ONU, y acabó enfrentando a los dos grandes actores internacionales que seguían (y siguen) en juego sobre el tablero sirio: Turquía y Rusia. Vladimir Putin y Recep Tayip Erdogan firmaron una tregua y establecieron corredores humanitarios y una «zona de seguridad» en el noreste de Siria.

2020: Asad acaricia la victoria 

Bachar al Asad acariciaba la victoria el mismo año en que celebraba sus 20 años en el poder, casi la mitad de ellos en guerra contra una parte de su propio pueblo.

Según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (una ONG con sede en Londres y con una red de informantes en Siria), el régimen y sus aliados controlaban en diciembre el 62,9% del territorio, las fuerzas kurdo-sirias algo más del 15% y Turquía y sus milicias aliadas un 4,9%. El resto se repartía entre diversas fuerzas opositoras.

Siria: Al Asad cumple 20 años en el poder en un país arrasado por la guerra

El Estado Islámico prácticamente había desaparecido, EE.UU. asesinó a su líder y muchos de sus excombatientes, algunos europeos, se encontraban presos y en un limbo legal, ya que no se les permite regresar a sus países de origen. La oposición armada estaba prácticamente desarbolada.

2021: La guerra continúa a pesar de la pandemia

Cuando se cumple una década de conflicto, los combates y bombardeos continúan, aunque los medios internacionales no se hagan eco. Siria ha pasado a un segundo plano ante la crisis sanitaria mundial por el coronavirus, que ha dejado en el país más de 15.000 contagiados y más de un millar de fallecidos, según las cifras que maneja RTVE.es.

Los civiles que han huido de sus casas tienen ahora que hacer frente al virus, y por si fuera poco las lluvias de enero inundaron los campos de refugiados de Idlib.

Reportajes 5 Continentes – En Idlib, los desplazados sirios a la intemperie – Escuchar ahora

El país, como toda la región, afronta una grave crisis económica como consecuencias de la emergencia sanitaria.

La pandemia, al menos, ha dificultado los movimientos de los combatientes, lo que unido al alto el fuego pactado entre Rusia y Turquía se ha traducido en un descenso de víctimas.

También se ha producido la primera condena por crímenes contra la humanidad cometidos durante la contienda.

Desde hace un año se desarrollan en Ginebra las conversaciones entre gobierno y oposición, auspiciadas por la ONU, para redactar una nueva constitución que pueda poner fin al conflicto. Los delegados se reunieron por última vez el 25 de enero, sin avanzar ni un ápice. «No podemos continuar así», declaró el enviado especial de la ONU, Geir Pedersen, que calificó el encuentro de «decepcionante».

El país tiene previsto celebrar elecciones presidenciales entre abril y mayo con su actual constitución. Bachar al Asad está seguro de su victoria en las urnas y sobre el terreno, diez años después de haber tomado la decisión de mantenerse en el poder aun a costa de una guerra que ha destrozado Siria.

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