Celaya Gto. Por: Paola Klug.- Cuando pensamos que México no podía estar más lastimado, que no podía soportar más asesinatos, desapariciones forzadas, secuestros, asaltos, caídas de pesos y aumento de precios, Peña nos sorprendió. Desde el inicio de su mandato, la violencia ha escalado a niveles increíbles, hasta finales de 2015 la cuenta de asesinatos se elevó a 14 mil personas. 28 mil desaparecidos – incluidos los normalistas de Ayotzinapa y hay cientos de fosas clandestinas aún sin descubrir. Por si esto fuera poco, tenemos la amenaza de guerra del candidato presidencial de los Estados Unidos, mismo al que Peña Nieto recibió con pompo y platillo haciendo más evidente su incapacidad de gobernar con dignidad y respeto este país.
Sin embargo, a pesar de toda la muerte, inseguridad, miseria y corrupción entre las más altas esferas políticas y empresariales, el mexicano tiene tiempo y ganas de seguir dividiéndose para hacerle las cosas más fáciles al gobierno de Peña.
Somos del Pumas o del América o del Chivas. Somos cristianos o ateos. Somos gerentes o meseros. Chairos o mochos. “Izquierda” o “Derecha” – sin importar, siempre separados, siempre divididos.
El hombre es el lobo del hombre decía Hobbes y el mexicano es el peor enemigo de los mexicanos, pienso yo.
Justo ahora que tenemos que vivir en una de las peores épocas que ha tenido que soportar este país, se ha puesto un ingrediente más en la sopa de “todos contra todos” que tanto nos gusta comer: El derecho al matrimonio igualitario.
A estas alturas, todos sabemos qué es el matrimonio y cuál es la función de este contrato ¿verdad? Lo que quizá no todos sepan es el origen del mismo, por lo menos desde un punto de vista “legal” -ya que no hablamos del matrimonio “religioso” ¡qué Norberto Rivera nos libre de semejante abuso!
El matrimonio es el “derecho” que concede el estado para que dos personas unan sus vidas, ya saben… el gobierno debe darnos el permiso para hacerlo, de otra manera, se complican las cosas cuando uno se divorcia o enviuda. Si vamos más para atrás en nuestra historia, por allá en la época de las haciendas, uno debía tener la “venia” de Dios y del patrón- la iglesia y el estado- para validar la unión.
En otras palabras, el matrimonio significa el sometimiento y la subordinación que dos personas libres deben aceptar para obtener el permiso de unirse. Que, en estos tiempos tan burocráticos y materiales, tiene un buen funcionamiento -por lo menos para uno de los involucrados- este contrato, sí. Sin embargo, no deja de ser un acto de sumisión que los ciudadanos acatan, ya sea por “costumbre” o por los “sueños de infancia” o por conveniencia social.
Este acto de docilidad era un “derecho” exclusivo para los heterosexuales puesto que, en sus inicios, las personas con preferencias sexuales distintas debían vivir su vida en absoluto secreto, llevar una doble vida o morir sin poder ser quienes en realidad eran.
Uno pensaría que, con el paso de los años, los cambios en el país y en el mundo nos obligarían a evolucionar con su propio ritmo. Uno podría pensar que, en este momento, las personas ya no necesitarían pedirle permiso al estado para unirse o que la gente sabría respetar las diferencias que tiene con los demás, pero desgraciadamente no es así.
El frente nacional por la familia ha convocado a marchas en todo el país para frenar la iniciativa del matrimonio igualitario, alegando que esta medida atenta en contra de su familia y pone en peligro a sus hijos -Sigo sin entender la razón
¿El matrimonio debe ser exclusivo para los heterosexuales porque ellos fueron los primeros en someterse al estado mexicano y desean conservar su tradición? Por otro lado, la comunidad gay lleva años peleando por que se les validen los mismos derechos que tienen los heterosexuales, mismos que incluyen el ser respetado como ser humano.
Si los gays desean unirse en matrimonio ¿a quién puede afectarle? ¿Qué “familia” heterosexual está en riesgo con esto? Si ellos también desean entrarle al contrato de obediencia al gobierno ¿por qué se los debemos impedir?
A final de cuentas todos nosotros y a causa de nuestras incontables peleas estamos siendo sometidos de todas las formas posibles al gobierno mexicano. Lo único que pesa es el ver a padres rechazando a sus hijos, a hermanos atacando a sus hermanas por el simple hecho de ser diferentes. Lo que duele es ver a seres humanos atacando otros seres humanos por falta de empatía y comprensión y que la mayoría de los atacantes fijen su postura desde las bases de una moral religiosa a la que tampoco siguen a la cabalidad es chocante. Me pregunto cuántas de las mujeres católicas y cristianas que marcharán mañana contra el matrimonio igualitario aceptan completamente la dominación de sus padres y esposos como lo marca el génesis, cuantos padres permitirían que sus hijas fueran asesinadas a pedradas por no poder comprobar su “virginidad” o cuantos hijos aceptarían su papel de “segundones sin derechos” por no ser los primogénitos en su seno familiar.
Yo no pido que amen a todos los demás, pero nada les cuesta respetar a quienes se aman y desean unirse de la misma manera que ustedes. ¿Acaso este país no está ya demasiado lastimado? ¿No hay ya un clima suficientemente triste? ¿Ya basta de canibalismo! que para eso sostenemos al gobierno. (Foto: Internet)
Paola Klug