La actriz Salma Hayek es la productora de la serie Monarca, una que llega a Netflix para mostrar la historia de una familia mexicana millonaria y corrupta en partes iguales.

Producida por la actriz y empresaria Salma Hayek, la serie Monarca revela en Netflix el lado más tenebroso de México, ese lleno de corrupción y de privilegios para las clases acomodadas a través de la historia de una familia rica y podrida en muchos sentidos.

Podríamos decir que se trata de la contracara de La Casa de las Flores, que también presenta un poco eso, pero desde una mirada amable y jocosa. Monarca, en cambio, es realista y cruda, sin remilgos ni humor que puedan aliviar el relato.

Todo parte con Ana María (Irene Azuela, sólida en su rol), una periodista que vive tranquila en Los Ángeles, EE.UU., con su marido y su hija. Un día, recibe la llamada de su padre pidiéndole que vaya a verlo a México. Ella presume que está enfermo, pero resulta que, además de eso, él tiene grandes planes para ella.

Ese padre es el jefe del clan Carranza, una familia ultra rica que posee un imperio llamado Monarca, cimentado en la producción de tequila (la marca Herederos), además de varios hoteles, una constructora y otros anexos.

Acostumbrados a hacer negocios sobornando y pasando por encima de la ley, el patriarca está decidido a cambiar ese halo de podredumbre en sus últimos años, dejando en manos de Ana María la presidencia de la empresa.

Una situación que por supuesto no le parecerá nada de bien a su hijo mayor, el turbio Joaquín (Juan Manuel Bernal, muy bien en su rol de malo-malo), y Andrés (Osvaldo Benavides), el hermano algo díscolo, pero manipulado y dirigido por su ambiciosa mujer.

Relato cautivador

Si bien los dos primeros capítulos se vuelven un tanto planos y discursivos con la exagerada presentación de los personajes, después nos vemos envueltos en una trama cautivadora, llena de secretos y horrores que van develando cómo funciona el México de arriba, el de los poderosos, acostumbrados a operar en las tinieblas y siempre dispuestos a estirar la mano para ofrecer o recibir prebendas, todo amparado por un sistema que hace vista gorda.

Un sistema en que Estado, narcos, delincuentes y millonarios se revuelven en el mismo lodo.

A pesar de lucir algo pretenciosa y grandilocuente en su factura y desarrollo, a lo largo de 10 capítulos mantiene la atención de los espectadores, entretiene e ilustra, porque, como ya sabemos, México no es el único lugar de América Latina donde las cosas operan así.

Bellamente filmada, sobre todo en exteriores del Estado de Jalisco, en esos terrenos en que crecen los agaves verdosos sobre tierras labradas con esmero, esta serie, creada por Diego Gutiérrez, es uno de los aciertos más recientes de Netflix.

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